El Rincon de Cuecanto
  Pueblos Originarios de Chile
 

 

ATACAMEÑOS
 
Hace 9 mil años arribaron los atacameños a la cuenca del Salar, oasis de Atacama y Valle del Loa.

Eran grupos de cazadores y recolectores que caminando por el altiplano descubrieron la Puna de Atacama.

Estos habitantes domesticaron el territorio estableciendo alejados enclaves andinos y en algunas caletas del Pacífico.

Eran esencialmente nómades y de gran movilidad social, son los genuinos pobladores del desierto que sobrevivieron gracias a su estrategia de vida en movimiento entre pequeñas aldeas y estancias de pastoreo que, junto a sus labores de ganaderas, agrícolas, mineras y artesanales instauraron una economía basada en el tráfico caravanero de bienes de intercambio con los pueblos circundante.

Desde los años 400 a 100 d.C. los atacameños intensificaron sus labores agrícolas con nuevas técnicas y semillas, comenzando una verdadera conquista agraria de los oasis precordilleranos de La sana, Chiu-Chiu,  Calama, San Pedro de Atacama, Peine, Tilomonte y Toconao. Durante el primer milenio estos pueblos crecieron y ocuparon las mejores tierras de los ríos que bañan los oasis del desierto de Atacama, recogen las costumbres y tradiciones de los pueblos anteriores.

Con el intenso poblamiento de los valles de Atacama y el Loa, las aldeas organizadas establecieron jerarquías políticas y religiosas, donde se advierten rituales elaborados como culto a los muertos, nuevas técnicas agrarias, pastoriles y artesanales, en especial aquellas destinadas al comercio con otras poblaciones andinas. Uno de los vestigios más conocidos son los pukarás o fortalezas en colinas estratégicas localizadas en los oasis de Quitor, Chiu- Chiu, Lasana, Turi y Topayin. En las tierras altas del Loa existió un contacto importante con los incas, incrementando la producción minera y agrícola, tal como ocurrió en el oasis Alto de Socaire, en un extraordinario manejo de agricultura con obras de andenerías.

Fabricaban frazadas, camisas y ponchos multicolores, adornados con bordados que representaban animales estilizados y dibujos geométricos. Conocían la metalurgia del cobre y del bronce y en menor medida de la plata y el oro. La alfarería y la cestería sobresalían por la hermosura de sus productos. El atacameño constituye una demostración de adaptación al medio desértico y a la altura. Su presencia marca la etapa final de una secuencia histórico-cultural que se conoce desde el tiempo de los cazadores primitivos a.C., y que pasa por el imperio incaico y el período colonial español.

Los atacameños lograron sobrevivir en un medio hostil, escaso de tierras cultivables y de agua. A pesar de ello, fueron agricultores y ganaderos. Utilizaron el regadío artificial y la construcción de terrazas de cultivos en las laderas de los cerros cuyos muros de contención eran hechos de pircas en piedra. Los cultivos eran el maíz, la quinoa, el zapallo, las calabazas, el poroto y el ají. Tenían árboles frutales de guayabos, chirimoyos, tunales y tamarugos.

El intercambio comercial lo realizaban con las comunidades costeras mediante el trueque. La comunidad es un concepto que predomina en la vida social de este pueblo. La construcción de un camino, un local para la comunidad y limpiar los canales de regadío son algunas de las actividades que los convocan. Al igual que el grupo andino, los atacameños revelan su identidad étnico-social con mayor fuerza durante sus actos mágico-religiosos. Entre éstos, destacan aquellos rituales que piden abundancia de agua y fecundidad de la tierra, y el culto a las altas montañas, con cantos y danzas rituales llamados cauzúlor y talátur.

En las fiestas y ceremonias atacameñas se expresa una profunda e intensa interacción con la naturaleza. Antes de la llegada de los españoles, el kunza era la lengua dominante del área atacameña, hablada por los pueblos que vivían en los oasis de San Pedro de Atacama. El kunza pertenece a la familia macro-chibcha y sub familia paezano, proveniente de los sectores occidentales de Colombia y Ecuador.
 
 
  
AYMARAS
Hace unos 10 mil años arribaron las primeras familias cazadoras y recolectoras al territorio del norte de Chile, incluyendo la costa del Pacífico, valles, oasis, quebradas cordilleranas y el altiplano andino.

La integración y la complementariedad económica fueron unos de los principales elementos característicos de la cultura altiplánica, visión de la realidad que tiene implicancia integral en la vida social, económica, política y espiritual del Pueblo Andino.

Este principio es aplicado en distintos aspectos como la ocupación del territorio, organización de la producción, manejo de los recursos naturales, ceremoniales y rituales que ordenaron la realidad de la vida aymara.

Este pueblo, establecido en el territorio del extremo norte de Chile, se desarrolló junto a otros grupos socioculturales, que se distribuían entre los valle de Azapa y Quillagua, en el norte de Chile, y Caplinal, en Perú. En Azapa compartían los espacios productivos y ceremoniales.

Su economía estuvo basada en la explotación agrícola de las vertientes localizadas a lo largo de los valles, produciendo maíz, ají y otros productos, complementado con la explotación de recursos marinos.

Tienen una economía complementaria, ya que los que viven en el altiplano poseen abundantes rebaños y escasos cultivos, mientras que los que lo hacen en la precordillera producen bastantes verduras, frutas y semillas gracias al eficaz uso del suelo, mediante las tradicionales terrazas.

Debido a estas condiciones se generan relaciones de intercambio de productos entre pastores y agricultores. Esta forma de subsistencia se basa en el principio del ayne, que se refiere a la reciprocidad entre los aymaras: la petición de ayuda en el presente, será correspondida en el futuro.

Las personas se relacionan con la naturaleza y agradecen en su ritual las bondades de la pachamama, la madre tierra. La unidad mínima de la organización social es la familia extensa y patrilineal. Ocupan un conjunto habitacional con viviendas separadas para cada familia nuclear, la que es monógama.

Al interior de las familias se entrena a los niños de ambos sexos a ser sumisos con sus padres y obedientes con los adultos. Además, se espera que se incorporen temprano a las labores pastoriles, agrícolas o domésticas más sencillas, las que se van complejizando con el tiempo.

La cosmovisión aymara se formó, en diferentes épocas  pasadas  y refleja los grandes cambios de su historia. Es una visión religiosa que sacraliza la naturaleza y legitima la posición del hombre sobre ella.

El aymara concibe su mundo como un espacio en el que el este u oriente es lo que está adelante, porque allí nace el sol y hacia allá se dirige la mirada (templos y casas deben mirar hacia él). La lengua pertenece a la familia Jaqi, que es la segunda hablada en el área andina después del quechua.

Su centro territorial es el área circundante al Lago Titicaca. El Imperio Inca, con el proceso de expansión en el siglo XV, conquistó el reino aymara y otros pueblos de la Región de Tarapacá, noroeste de Argentina y territorio chileno hasta el Río Maipo. El inca ocupó y amplió estos espacios productivos al valle de Azapa, Lluta, Camarones, Camiña, Tarapacá, Pica. Su énfasis se orientó al guano y el pescado seco de las costas de Arica.
 
 
KOLLAS
 
Los primeros kollas comenzaron a migrar desde el noroeste argentino y el sur de la puna atacameña.

Sus principales actividades económicas se sustentaban en la ganadería y cultivos en pequeña escala. La familia es la contenedora de todas las actividades productivas, sociales, políticas y rituales. Constituyen comunidades cerradas; sus fiestas y rituales se realizan al interior de la cultura y los matrimonios sólo se producen entre ellos.

Sus principales creencias ancestrales dicen relación con la pachamama, generadora de vida y ordenadora de los hombres. Ella sabe cuándo, cómo y por qué deben suceder las cosas.

Las ceremonias son realizadas por un yatiri, persona que había sido elegida por las fuerzas espirituales y cuya elección ha sido comunicada a través de un sueño para curar enfermedades, realizar rogativas y ceremonias.

Los rituales se efectúan de preferencia en los cerros, en sus lugares de mayor altura y se pide por el sustento y el bienestar de la comunidad.

La trashumancia y desplazamiento de los kollas con su ganado recorren extensas distancias que abarcan un vasto territorio de pastoreo estacional, cuya base son los pastos de los fondos de quebradas y las cubiertas de pastos estaciónales de las laderas de los cerros o zonas altiplánicas.
 
 
DIAGUITAS
 
Al sur de los atacameños y contemporáneos a ellos estaban los Diaguitas, quienes ocupaban los valles comprendidos entre los ríos Copiapó y Choapa.
Agrupados en aldeas y en viviendas de material ligero se dedicaban a la agricultura y la ganadería. Utilizaron terrazas de cultivo e irrigaban sus tierras por medio de canales de regadío. Sembraban fundamentalmente maíz, porotos, quínoa y calabazas. Realizaban intercambios comerciales y usaban la llama como medio de transporte.
La gran distancia que separaba a los diaguitas del mar los hizo mantener contacto con los changos, quienes los abastecían de los productos por ellos extraídos.
Para que la tierra entregara un fruto fuerte aprendieron a utilizar el abono de guano.
La metalurgia diaguita se manifestó en armas, herramientas y adornos corporales de oro, plata y cobre.
Su idioma fue el kakán, lengua totalmente extinguida.
Ninguna otra cultura de Chile pudo alcanzar tal grado de perfección en la cerámica. Entre los ejemplares más característicos destacan las escudillas, los jarros zapato y el jarro pato.
Su carácter sedentario les permitió construir casas o chozas de base de piedra y armazón de palos cubierto por ramas. La más grande pertenecía al jefe y era la única que podía tener más de una habitación. Varias construcciones formaban una aldea que se organizaba en un señorío.
La unidad básica de organización era la familia. Practicaban la poligamia y varias familias consanguíneas vivían en las aldeas, el jefe era el más anciano y la tierra era propiedad común.
La economía se basaba en la agricultura y la crianza de ganado, complementadas con la caza de algunas aves y el intercambio con otros pueblos.
Cultivaban el maíz, la teca, los porotos y la calabaza. Domesticaron la llama y el guanaco, animales que les fueron muy útiles en el transporte y la carga.
Las distintas formas de sepulturas diaguitas, muestran una evolución espiritual en cuanto a la creencia de una vida extraterrenal y divinidades.
Tenían un ritual de sepultación muy complejo, en el cual se sacrificaban llamas o alpacas que eran enterradas en directa relación con el difunto, lo que evidencia la importancia de la ganadería.
 
 
 
LOS CHANGOS
 
Los changos, descendientes del hombre de los conchales, se encontraban en las caletas y playas. El lugar de mayor concentración fue Iquique. Este pueblo fue pescador y nómada.

El contacto con otras culturas enriqueció sus bienes materiales. Se dedicaban a la extracción de moluscos y peces y a la cacería de lobos marinos, utilizando arpones y anzuelos y balsas, confeccionadas con el cuero de los lobos marinos y cosidas con fibras vegetales.

Se dedicaban a la fabricación de vasijas de gredas, cestas de fibras vegetales, artículos de cuero y algunos objetos de metal. Sin embargo, el mar seguía siendo su principal fuente de recursos. Fabricaban sus casas con la misma piel de lobo que sus barcazas, siendo exclusivamente un toldo o carpa de cuero que armaban y desarmaban cuando consideraban que debían dejar el lugar donde estaban. El hecho de no permanecer por mucho tiempo en un lugar les impidió cultivar la tierra.

Habitaron la costa del norte de Chile, desde Arica al Río Choapa, alcanzando algunos grupos hasta la zona del Aconcagua. La singular estructura de los botes consistía en dos odres de forma cilíndrica inflados y unidos entre sí por medio de sogas. Al centro dejaban un espacio que les permitía poner una tabla sobre la que iban los chonos de rodillas. Para desplazar la embarcación utilizaban un remo de paleta. Algunas veces cambiaban sus peces por maíz.

La categoría de chango con el paso del tiempo fue comprendida en un sentido étnico, geoespacial y productivo. Más que señalar la identidad étnica de un grupo define más bien una forma de vida y esta condición es atribuible a cualquier grupo de pescadores. Las denominadas sociedades pescadoras del extremo norte de Chile, identificadas bajo la definición de changos, conviven dentro de un complejo sistema multiétnico y político, en particular después del dominio y presencia inca.
 
 
LOS MAPUCHES
 
Los mapuches constituyen uno de los pueblos originarios más numerosos que sobreviven en la actualidad. Incluso su lengua, mapudungún, y gran parte de su cultura. Se destacan los vínculos familiares y religiosos que los unen e identifican como una verdadera nación.

Antes del proceso de expansión inca, los mapuches, habrían habitado toda la zona del valle central, replegándose parcialmente hacia el sur presionados por el avance de los atacameños desde el norte.

Es el pueblo indígena que por sobre todos los de América resistió la dominación hispánica. El motor que impulsó dicha resistencia fue el concepto de tierra, mapu, colectiva o tribal; la autonomía de los clanes y la unidad tribal y social en torno a la defensa de su territorio y su cultura.

La dispersión de la autoridad política, asentada en distintas jefaturas y ubicaciones territoriales dispersas, impidió el éxito de la invasión y conquista española. La familia mapuche es el núcleo fundamental de su organización social. Antes de la conquista española los pueblos del centro-sur vivían bajo un tipo de matriarcado.

Los hijos llevaban la filiación y el tótem de la madre (el marido debía ir a vivir con la familia de la esposa), sin embargo, al momento de la conquista española, los hombres eran los jefes de familia, aunque los hijos seguían llevando el apellido de la madre. A partir de allí se aceleró el cambio y la esposa debió ir a vivir a la agrupación del esposo, predominando desde entonces el concepto de familia patrilineal y virilocal.

El tótem mapuche era la representación de un antepasado común de la tribu o la familia y no un dios o representación de figura espiritual. El pueblo mapuche no constituyó poblaciones, vivían dispersos y en familias.

Un lof constituía un conjunto de familias de un mismo tótem.

Los levos celebraban asambleas democráticas en las que las autoridades eran elegidas por votación libre. Los lof que reconocían un origen común formaban un kawin y estos a su vez al reunirse formaban un levo.

La ruca tradicional tiene una entrada abierta hacia el este, orientación que expresa la preferencia cosmológica mapuche por el Puelmapu (Tierra del Este) lugar donde moran las deidades. Al centro dispone del kutral o fogón. La impermeabilización se hace por el humo y la grasa de los alimentos que van recubriendo la paja hasta formar verdaderas estalactitas de carbón. El fuego permanece siempre encendido el medio.

La construcción de la ruka (ruca) se celebraba con una fiesta llamada rukatun en la cual se bailaba con mascaras de madera o kollón. Antes de la guerra contra los españoles los mapuches sostenían luchas tribales, usando en ellas armas como arcos cortos, flechas, lanzas largas, hondas, bolas de piedra, mazas arrojadizas, de madera o piedra llamadas macanas.

El Pacto de Guerra se hacía en una ceremonia en la que se sacrificaba una llama negra a la cual se le extraía la sangre. En ella se sumergían las puntas de flechas y lanzas; y la carne se comía para celebrar la alianza. El grupo que ganaba la guerra se llevaba a los vencidos como esclavos o los mataban.

La victoria se celebraba en un campo abierto con un canelo al centro. Alrededor de del árbol sagrado, hombres y mujeres danzaban cubiertos con pieles de animales. De estas costumbres guerreras, en tiempos de la conquista, surgieron los aillarewe dirigidos por un Toki (Toqui).

El palín es un juego comunitario que practican los mapuches con el objetivo de fortalecer la amistad entre el lonko y su lof o entre dos comunidades. Si bien es una competencia, el acento está puesto en el encuentro y la celebración, por eso se evita provocar daño físico en los contrincantes y se acompaña de ceremonias religiosas, baile y comida.

Cuando se juega entre dos comunidades, los lonkos acuerdan las características del juego. La comunidad que invita recibe solemnemente a sus invitados, según las enseñanzas ancestrales. Para ello, se realizan rogativas y bailes en torno al Rewe (altar mapuche formado por ramas de canelo y banderas negras y blancas) para agradecer por la celebración y pedir que salga bien. Cuando finaliza, sin importar el resultado, la comunidad anfitriona agasaja a sus invitados con alimentos y bebidas.

El wenumapu es el cielo en la mitología mapuche. En él viven los dioses. En el wenumapu se realizan las mismas acciones que en la mapu o tierra realizan los hombres. El minchemapu representa lo contrario: el mal, las profundidades. Es un mundo de espíritus malignos o wekufes.

El poder de ellos produce las enfermedades y la muerte. Además de Ngnechen, dueño o tutor de los hombres, existe el chau o antú. Es llamado también antu fucha (anciano rey sol) y en su dimensión femenina es el antú kuche (anciana reina luna). El ad-mapu constituye el saber permanente, que es un conjunto de símbolos y prácticas tradicionales como también de creencias que señalan que tanto mapuche como tierra fueron creados por el Chao. Con los ritos se recrea el Ad-mapu y así también la reciprocidad con Ngnechen, por los nuevos dones otorgados: la vida, la salud, la fertilidad.

El peuma o sueño es el saber contingente. A través de él la machi puede saber el ritmo de los acontecimientos y el significado del sueño en los hechos cotidianos.

El perrimontún son las premoniciones, a través de las cuales la machi recibe advertencias y anuncios sobre los sucesos del futuro. Esta ceremonia es la que se realiza para la curación de las enfermedades.

La ejecuta la machi que, en la actualidad casi siempre es mujer. Ella recibe a través de sueños las enseñanzas ancestrales y el poder de influir sobre la naturaleza de las enfermedades y otros fenómenos naturales. El nquillatún es una ceremonia en la cual se congregan varias comunidades con el objeto de obtener buenas cosechas o bien para ahuyentar calamidades como sismos, mal tiempo, erupciones volcánicas, etc. También se realiza para evitar y curar epidemias y enfermedades.

La ceremonia consiste en el sacrificio de un animal criado especialmente para este efecto. Se enciende un fuego sagrado y se planta un rewe. Se baila y canta en torno a él. Según la importancia de lo que se pide, el Nguillatún dura de uno a más días. En cada uno de ellos se sacrifica un nuevo animal. Las islas Quiriquina, Santa María y Mocha fueron desde muy antiguo, habitadas por el pueblo mapuche.

En ellas se han excavado cementerios indígenas y conchales pre-mapuches. La isla Santa María era llamada isla de Tralca, Trueno o de Leuchengo. La Isla Mocha está ubicada frente a Tirúa a unas 10 millas de la costa. Bosques frondosos y suaves lomas forman tierras aptas para la siembra. Allí vivieron desde muy antiguo poblaciones indígenas.
 
 
 
LOS HUILLICHES
 
Huilliche quiere decir gente del sur. Poblaron la depresión intermedia desde el río Toltén hasta el Seno de Reloncaví. La zona específica de asentamiento fue Osorno, Llanquihue y Valdivia.
Este grupo étnico se parecía mucho a sus vecinos mapuches y picunches. Sin embargo, junto a los últimos tenían un gran desarrollo cultural.
Los huilliches tenían una lengua similar a la de los mapuches, teniendo sólo algunas variaciones dialécticas. Se llamaba Ste Sungun.
La gente del sur no se caracterizó por su habilidad guerrera y su población siempre fue más pequeña que las de los araucanos. Una de sus grandes virtudes fue la variedad de cultivos, entre ellos el maíz y la papa.
Dentro de sus actividades económicas sobresale la ganadería: la crianza de guanacos y huemules los abastecía de carne, piel y lana para sus tejidos.
Se organizaban en levos o tribus, sin tener un jefe central. Su estructura es patrilineal.
Las viviendas, semejantes a las rucas, las confeccionaban de varas cubiertas con ramas. La duración de ellas era entre 10 y 12 años.
La presencia en Chiloé les permitió desarrollar la pesca en embarcaciones como las dalcas o piraguas, hechas de tablas y cortezas. Lanzaban desde ellas doce redes con las que pescaban mariscos. En Quellón donde se presentaba la mayor población.
La religión se hace presente en la comunidad indígena huilliche. Son muchas sus creencias, manifestaciones, cuentos y leyendas de este pueblo. Para ellos Chaotroquin creó al huilliche. Otras ideas dicen que los hombres brotaron de la tierra


PICUNCHES
 
Los picunches se ubicaron entre dos importantes ríos: el Choapa e Itata. Fueron agricultores y, por lo tanto, sedentarios. De esta actividad obtenían papas, calabaza, maíz, porotos y ají. En la zona donde vivieron el agua era abundante y el clima cálido.
También criaron animales, especialmente llamas y guanacos. De ellos sacaron carne y lana para fabricar sus vestimentas.
Los picunches se instalaban en grupos de aproximadamente 300 personas, en pequeñas aldeas. Sus casas eran de barro y techo de totora. En cada una vivían unas 30 personas, entre el padre, las esposas, los hijos, y otros familiares directos.
Su costumbre establecía que los hombres mandaban o dirigían; la máxima autoridad era el padre y luego venía el hijo mayor. Sólo en caso de emergencia, en especial si ocurría una guerra, había un jefe que lideraba a los demás: el cacique. No obstante, conformaron un pueblo pacífico.
Los picunches creían en la vida después de la muerte. Sus tumbas eran muy sencillas y se distinguían claramente porque sobre ellas había un montoncito de tierra con piedras.
Fabricaron su propia cerámica (vasijas, jarros y fuentes), y también sus herramientas para trabajar la tierra, además de otros instrumentos de uso diario, como pipas y piedras para moler el maíz.
 
 
PEHUENCHES
 

El nombre pehuenche significa hombre del pehuén, proveniente del piñón, fruto de la Araucaria.
Los pehuenches habitaban la zona centro sur, específicamente en la región cordillerana de la VII y IX regiones. Pero su perfil nómada los llevó incluso a habitar la XII Región.
Los pehuenches son especialmente recolectores de piñones más que agricultores. Con ellos fabricaban una especie de harina que se podía almacenar por varios meses. Además recolectaban otros frutos y con algunos de ellos elaboraban una bebida parecida a la chicha. Todos los víveres eran almacenados en silos construidos debajo de la tierra, siendo utilizados durante las épocas de escasez.
Los hombres pehuenches se caracterizaban por su habilidad como cazadores, siendo su principal arma las boleadoras que las confeccionaban de tripas y cuero de animal las que rellenaban con piedras. Su gran destreza para lanzarlas les permitía atrapar guanacos, venados y avestruces.
Tenían como principal fuente de ingresos la “venta” de animales y pieles que intercambiaban por alimentos y otros productos. El mecanismo era el trueque.
Sus vestimentas podían ser hechas del cuero de los animales, adornándolos con plumas de ñandú u otras aves.
Durante el verano agradecen la fertilidad de las tierras con las cuales pueden criar animales y recolectar los frutos de la estación.
Como todas las comunidades indígenas, los pehuenches creen en la herencia de la tierra, ya que según ellos fueron entregadas como un préstamo, por lo que deben cuidarlas y protegerlas. 
 
LOS KAWÉSKAR
 
Alacalufes fue el nombre que le dieron los exploradores europeos cuando navegaron por los mares australes a los kawéskar, que significa los que llevan una piel.
Habitaron los fiordos y canales del extremo sur del continente sudamericano. En sus canoas recorrían desde el Golfo de Penas y la península de Brecknock, hasta el estrecho de Magallanes y archipiélago sur de Tierra del Fuego.
Debido a las dificultades topográficas impenetrables, los kawashkar buscaron su subsistencia en la costa y en el mar, donde encontraban los productos necesarios para su alimentación, como lobos marinos, nutrias, aves, abundantes peces y mariscos.

En el mar eran muy ágiles, navegaban las tormentosas aguas del sur en unas canoas denominadas kájef, que estaban hechas de corteza de árbol, extraída con herramientas de hueso y piedra. Para construirlas las aplanaban bajo el agua, poniéndole grandes piedras encima. Para darles la forma requerida las ablandaban con fuego. Las cortezas eran cosidas en espiral, con tiras vegetales que permitían el ensamblaje de las piezas.
Tenían varios tipos de arpones y lanzas, algunos con puntas móviles que se desprendían del arma luego de impactar al animal. Piedras de mano, garrotes y una boleadora pequeña eran sus principales armas de caza marina.
Entre las herramientas destaca la fisga de pesca, que mediante una abertura a modo de mano obtenía productos del mar. Para cortar carne y leña usaban grandes y afiladas conchas de choro.
Entre los alacalufes era obligación del hombre construir las embarcaciones de troncos en las que navegaban. A la mujer le correspondía manejarlas entre las grandes olas. Ellas también cuidaban el fuego, que debía permanecer prendido para calentarse y cocinar algunos alimentos. La mujer también era la que se hundía en el agua helada para recolectar los mariscos con los que se alimentaban.
Sabían que la naturaleza no podía ser dañada, por eso sólo sacaban los mariscos que necesitaban y luego, para que volvieran a reproducirse, se iban a otras zonas a buscar más.
La familia kawésqar, cuando aún era nómada, necesitaba pocos y simples materiales para vivir: una canoa, una choza liviana de base ovalada, cubierta de pieles, cortezas y follajes de rápido montaje y desmontaje, y utensilios de pesca, caza y recolección de alimentos.
Su vivienda era un toldo desmontable cubierto con cueros de lobo marino.
Las capas de piel eran la única vestimenta que usaban los kawésqar. Habían dos tipos: una rígida de piel de foca, de una sola pieza, y otra más suelta y envolvente, elaborada con varias pieles cosidas. Collares de conchitas y moluscos o cuentas de hueso pulido, eran el adorno de las mujeres. Además trenzaban finas cuerdas a mano.
Los kawésqar se pintaban el cuerpo con una mezcla de tierra de color y grasa de foca y se dibujaban líneas negras, rojas y blancas. Con esta pintura, además de adornarse, los canoeros protegían su piel del frío y el viento helado.
Para los kawésqar los choros y cholgas eran los mariscos que debían comerse cocidos y sus conchas no podían ser arrojadas al mar. Quemar un pedazo de concha de erizo, significaba atraer al mal tiempo y al viento noroeste.
Su explicación y visión del mundo está basada en un conjunto de seres malignos que poblaban su tierra. Estos seres son un reflejo de las duras condiciones climáticas y telúricas en las que vivían.
El fuerte viento del noroeste, que da vuelta las embarcaciones y el fuego de las viviendas, eran vistos como manifestaciones de este ser maligno.
La organización social se fundaba en la agrupación familiar sobre la base de la consanguinidad de padres, hijos y abuelos, extensiva a otros parientes o allegados. La autoridad era ejercida por el padre y, más que jerarquías, existían liderazgos ocasionales y con fines prácticos, ya que ellos se movilizaban separadamente o en grupos unifamiliares.
 
YAGANES

 
El pueblo yagán o yamana fue canoero y habitaban originalmente en el sector circundante a los canales y costas sudoccidentales de Tierra del Fuego, entre el Canal Beagle y el Cabo de Hornos, recorriendo además otros lugares en sus desplazamientos como el canal Murria, las islas que enfrentan el Atlántico y el archipiélago del Cabo de Hornos.
Dentro del territorio yagán se distinguían parcialidades sobre la base de diferencias dialectales y pugnas ocasionales debidas al aprovechamiento de sectores fronterizos. Estos eran: wakimaala, gente de las orillas del Beagle; utumaala, canoeros al oriente de Puerto Williams, isla Gable y Picton, Lennox y Nueva; inalumaala, cazadores al occidente del Canal Beagle, entre punta Divide y Brecknock; ilalumaala, sector sudoccidental, entre la bahía Cook y el Falso Cabo de Hornos.
El pueblo yagán pasaba gran parte del tiempo en el mar, en cierta forma su vivienda era la canoa de corteza, frágil, liviana y ligera.
Vivían semidesnudos, adaptando sus cuerpos a las condiciones ambientales, se cubrían el cuerpo con grasa de lobo marino para soportar las bajas temperaturas y con pieles para protegerse del viento. Como complemento las mujeres usaban collares de huesos o caracoles y pulseras de cuero.

Los grupos familiares coexistían e interactuaban constituyendo partidas de caza no muy numerosas, facilitándoles el desplazamiento y abastecimiento de alimentos. Los hombres se dedicaban a las actividades de caza de animales marinos como lobos, nutrias, ballenas; mientras las mujeres contribuían a la construcción de las viviendas, el cuidado del fuego, preparación de los alimentos, abastecimiento de agua dulce y recolección de mariscos. La norma elemental de su convivencia era la reciprocidad y redistribución, lo que permitía relaciones de horizontalidad y una mínima jerarquización.
Cotidianamente recorrían sus territorios tradicionales de caza y recolección, aprovechando los recursos y vigilando la violación de su propiedad por otras parcialidades. Fuera de ese dominio grupal se reconocía la propiedad común sobre los edificios ceremoniales del Iaxaus y el kina.
La principal arma de caza era el arpón, que medía casi tres metros de largo. En el extremo superior se le adosaba una punta de hueso de pescado dentada por uno o ambos lados.
Más restringida era la propiedad familiar, que incluía los bienes de uso ordinario (toldo, canoa, pieles y alimentos). La propiedad individual del cazador incluía sus armas, mujeres, cestos, adornos, niños y juguetes. Las transgresiones a estas formas de dominio eran castigadas con severidad.
El iaxau era una ceremonia de iniciación que tenía por objetivo ingresar a los jóvenes, hombres y mujeres a la vida adulta. Una vez logrado eran sometidos a un proceso de instrucción en trabajos manuales, construcción de armas, utensilios y técnicas de caza.
Su cultura, al igual que la de los kawésqar, era la de los nómades del mar dedicados a la pesca y caza marina.
Las mujeres yagan eran eximias fabricantes de cestería, para lo cual usaban juncos que entrelazaban hábilmente. También se dedicaban a la recolección de moluscos. Además, eran las que remaban mientras los hombres se dedicaban a la pesca.
Las mujeres se pintaban el rostro con tres colores: blanco, alrededor de los ojos, y el resto de la cara con líneas horizontales rojas y negras.
Los yaganes tenían ritos de iniciación similares a los de los kawésqar y chonos. Estos rituales se efectuaban cuando se juntaba un grupo significativo de jóvenes en edad de pasar a la adolescencia, y cuando había un excedente de alimentos suficiente como para interrumpir la búsqueda constante de sustento, propia de los pueblos nómades.
Tanto los alacalufes como los yaganes creían en la existencia de un ser supremo invisible. Este ser se encontraba más allá de las estrellas y estas eran sus ojos, a través de los cuales miraba todo lo que acontecía en la Tierra. Creían en una vida extraterrenal.
 
 
TEHULCHES
 

Los aonikenk o tehuelche habitaban en la Patagonia, al norte del Estrecho de Magallanes. Se caracterizaban por ser pueblos nómades terrestres, no se dedicaron a la navegación. Los tehuelches fueron llamados por los españoles patagones, porque dejaban enormes huellas de sus pies en la arena de las playas, dado que envolvían estos con pieles de guanaco.
Tenían creencias religiosas sencillas, en su mundo actuaban espíritus buenos causantes de alegrías y espíritus malos que provocaban daños y enfermedades. Sepultaban a los difuntos acompañándolos de sus pertenencias en tumbas excavadas en el suelo o en cuevas que cubrían con piedras.
La adaptación a las duras condiciones climáticas y ambientales dependía de una disposición fisiológica especial unida a una educación y alimentación reforzadora de las defensas, ya que desde la infancia eran formados para resistir y acostumbrarse al frío.
Como cazadores nómades estaban dotados de un vigor y resistencia especial para adaptarse a las duras condiciones del clima austral. Además poseían un metabolismo de las grasas distinto al del habitante actual, logrando eliminarlas más lentamente, lo que contribuía a la mantención del calor corporal.
Las armas originarias eran la boleadora, la lanza y, en menor medida, el arco y la flecha.
Socialmente se organizaban en tribus, conformadas por varias familias emparentadas entre sí. El cacique era el encargado de guiar y organizar las cacerías y frecuentes traslados del campamento. Éste no era un líder político, su acción se concentraba más bien en la organización de ciertas actividades prácticas en cada agrupación.
Cada etapa en la vida se iniciaba con un ceremonial específico.
 
 
LOS SELK’NAM  U  ONAS
 
Los selk’nam u onas habitaban la isla de Tierra de Fuego y generalmente no se aventuraban en el mar. Los hombres y mujeres llegados al extremo austral de Chile llevaban una vida nómada y se dedicaban a la caza de guanacos y otros animales menores, como zorros y conejos.
La llegada del hombre europeo significó para los habitantes de esta zona una influencia poderosa en sus costumbres, tradiciones y cultura. Hay un intercambio forzoso a nivel de las conductas sociales.
Mantenían una economía de subsistencia basada en la caza terrestre, principalmente aves, que se complementaba con la recolección de frutos, hongos y raíces silvestres; junto con algunos productos marinos.
Se caracterizan por la elaboración de puntas de proyectil más perfeccionadas y eficaces que las de sus antece sores.
Esta cultura poseía un amplio mundo espiritual manifestado en ceremonias como el hain, ritual de iniciación sexual en el que se revelaba a los adolescentes ciertos secretos tendientes a preservar su orden social: el patriarcado.
En los inicios los hombres estaban subordinados al poder que ejercían las mujeres. Ellas tomaban las decisiones importantes para el mejor desenvolvimiento de su grupo. Los hombres, sometidos a esta voluntad, se dedicaban a las labores domésticas: mantenían el fuego, asaban la carne, cuidaban a los niños y trabajaba n el cuero.
No podían revelarse porque el ritual del hain, que realizaban las mujeres, les producía gran miedo. En él ellas pintaban su cuerpo y simulaban ser espíritus.
Así permanecieron largo tiempo, sin enterarse que los espíritus que los atemorizaban durante este ritual, sólo eran las mujeres disfrazadas para mantener su dominio sobre ellos.
Ellas mismas se pintaban el cuerpo y se colocaban las máscaras de corteza sobre sus cabezas.
La familia era el núcleo básico. Era común el matrimonio monógamo, aunque un hombre podía tener dos mujeres. No se conocía un jerarca o cacique debido a su organización en familias.
Sólo los chamanes, llamados kon a quienes se les reconocía ciertos poderes, eran respetados y temidos. Ellos curaban a los enfermos y se encargaban de las ceremonias religiosas.
Los selk'nam se esmeraban en su presentación personal. Cualquier oportunidad era buena para pintarse el cuerpo y el rostro. Los adornos más usados entre mujeres y niñas eran los collares de conchas de moluscos y de huesos de ave.
En la vida diaria los hombres no llevaban adornos y sólo en escasas ocasiones alguno de ellos usaba una diadema de plumas, lo que constituía un privilegio e indicaba que estaba cumpliendo un rol especial, generalmente durante una ceremonia.
La vestimenta principal era una larga capa de piel de guanaco que les servía para protegerse, cubriéndolos del frío desde el cuello hasta las rodillas. En ocasiones esta capa se confeccionaba con piel de zorro o cururo.
Entre los utensilios domésticos destacan los canastos producidos por las mujeres, elaborados con juncos y una técnica de trenzado en espiral. Se confeccionaban bolsas de cuero de zorro o lobo marino para el transporte de agua, y otras más pequeñas para transportar utensilios personales durantes los viajes, además los cazadores llevaban en ellas piedras de chispa y hongos secos para hacer fuego, y plumas para las flechas, tendones de guanaco y otros instrumentos.
El taha'l era una cuna diseñada para transportar y depositar a los hijos pequeños. Se construía con madera de roble y se cubría con piel de guanaco.
Los dioses y espíritus fueguinos no son representados ni se les rinde culto. No son más que nombres y palabras para designar lo que se encuentra más allá de la sociedad.
 
RAPA NUI
 
Los orígenes del pueblo Rapa Nui se remontan al siglo V d.C. con la llegada de polinésicos a la Isla de Pascua. Para los habitantes originarios la historia se explica en su mitología y tradición oral. A través de ella se reconoce que el Rey Hotu Matu’a, con más de 100 personas provenientes de islas polinésicas cercanas, fueron los primeros colonizadores.
Si bien esta cultura está ligada a la polinesia, su aislamiento desarrolló singulares sistemas de creencias y construcciones de piedra que no existen en ningún otro lugar del mundo.

La unidad social básica es el hua'ai o familia extensa, compuesta de tres generaciones como mínimo y cuya descendencia es patrilineal. Su lengua es el Vananga Rapa Nui, y su escritura ceremonial, Rongo Rongo, pertenecen a la familia polinésica.
De las antiguas y peculiares expresiones pascuenses, quizás las más vigentes son algunas leyendas, muy escasos cantos de una hermosa polifonía sin acompañamiento instrumental, y los kai-kai, recitados rítmicos que acompañan juegos de figuras geométricas, obtenidas mediante movimientos de un hilo cogido por los dedos y los dientes.
Los rapa nui esculpieron las imágenes de sus antepasados en piedra volcánica, a diferencia de los polinésicos que lo hicieron en madera. Usaron la cantera del volcán Rano Raraku, donde hoy existen unos 70 moais que no fueron terminados.
El estancamiento en la producción de estas esculturas se debe a la crisis interna desatada por disputas de poder y escasez de alimentos en la isla.
Los moais miden en promedio 4 metros de altura. La excepción es el moai Paro, que alcanza los 10 metros y llega a las 85 toneladas de peso. Parte del Ahu Te Pito Kura es la expresión final del megalitismo usado como símbolo del poder político y religioso en las pugnas internas de la sociedad.
Se esculpían directamente en la roca con cinceles de basalto. Una vez terminados eran levantados y deslizados a los pies del volcán con firmes cuerdas vegetales. Luego se trasladados a los diferentes puntos de la isla para ser erguido en el ahu (altar). Ahí el Ariki (rey) presidía un ritual en el que se investía al moai de un poder capaz de proteger al linaje y a la isla. Sólo después de esta ceremonia el monumento recibía sus ojos compuestos de coral blanco y obsidiana, además de un sombrero elaborado con escoria roja, similar al moño teñido de rojo o turbante que usaban los Arikis, como símbolo de su divinidad.
La mayoría de los moais se levantaron en la línea costera. El sitio escogido para levantar un Ahu era sacralizado mediante un ceremonial que incluía una cobertura de tierra roja como base. Este color, en toda la Polinesia, simbolizaba lo sagrado, la guerra, las cosechas, la fecundidad y los sacrificios humanos.
Anualmente representantes de distintos linajes competían por conseguir el primer huevo de la gaviota Manutara que depositaba en una pequeña isla, Motu Nui, frente a Orongo. Quien lo lograra conseguir intacto era nombrado Tangata Manu, que significaba que el vencedor era la reencarnación del propio dios Make Make.
Durante un año, el Tangata Manu y todo su linaje tenía derecho a privilegios económicos, políticos y religiosos, lo que se prestaba para un gobierno despótico y cruel sobre los vencidos. Al siguiente año, estos grupos subyugados intentarían vengarse. El canibalismo se propagó en esta época. Existen múltiples petroglifos que recuerdan al hombre pájaro, con cuerpo humano y cabeza de ave sosteniendo un huevo en sus manos.
La fiesta del año nuevo es la Aringa ora o koro. En ella se celebra el ciclo anual de la vida y está relacionada con la fertilidad y productividad. Se celebraban para el solsticio de invierno.
Para los rapa nui el corte del cordón umbilical, el primer corte de pelo y la postura del primer taparrabo eran objeto de ceremonias. A los ocho años, se realizaba el tatuaje de las piernas.
En la pubertad se realizaban importantes ceremonias de iniciación a la vida adulta. Niños y niñas eran llevados a la isla Hotu Mui para pintarles el cuerpo de rojo y blanco.
Alejados por varios meses de sus familias, los adolescentes aprendían las costumbres, tradiciones, oficios, técnicas de guerra, conocimientos religiosos y juegos de destreza corporal.
Los maestros solían seleccionar a los alumnos talentosos para que se dedicaran a oficios específicos como la escritura, el arte del tatuaje, la artesanía o el oficio de cantero.
Cuando un ser importante de la familia fallecía se envolvía el cuerpo con una tela vegetal y se lo dejaba descomponer al aire libre, junto a un Ahu, por dos años. Luego se sacaban los huesos y se depositaban dentro de una cámara construida en el altar ceremonial. Ahí, el alma del difunto se encontraría con sus antepasados.
Sus familiares recordaban al ser ausente, al menos en cuerpo, con una ceremonia llamada Paina. Era una fiesta ofrecida por los deudos, considerada como un importante acontecimiento social.
Frente al Ahu, que cobijaba al difunto, se instalaba una gran figura, formada de palos y telas vegetales, y provista de una cabeza.
Su lengua pertenece a la rama polinésica de la familia austronésica, conjunto de lenguas habladas desde el sudeste asiático hasta Isla de Pascua. Esta diferencia se debe a que el pueblo Rapa Nui constituye una unidad lingüística y cultural distinta al resto de las etnias del territorio chileno.
 


Fuente :   Folklórica.cl
 
 
 
 
 
 
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